La sorpresiva crisis sanitaria por la pandemia de Covid-19 y el tránsito de las autoridades políticas de la mayor parte de los países a una “nueva normalidad” debido a la fragilidad económica de mantener una cuarentena prolongada, constituye un reto para la vida diaria de las grandes ciudades, porque se realiza en concentraciones masivas de gente. Las adaptaciones que se están llevando a cabo para priorizar la disminución del contacto físico se están dando sobre la marcha, e implementando otras que ya existían mediante el aprovechamiento de internet, que han tenido crecimiento exponencial en los últimos meses.
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El trabajo de oficina, cuya materia prima es la información, información que gracias al fácil acceso a internet se puede manejar desde cualquier lugar, tuvo la adaptación más drástica porque al no ser esencial, la mayoría de las empresas decidieron experimentar el teletrabajo antes que cerrar.
Antes de la pandemia, el teletrabajo (home office) estaba en tendencia en empresas recién constituidas o en los sectores digitales de la economía, las llamadas startups, con importante resistencia a implementarla en empresas constituidas porque hay un arraigo cultural de que la presencia física alienta la concentración, eficiencia y disponibilidad a laborar. La curva de aprendizaje para migrar de manera drástica de oficina a laborar en casa lleva su tiempo, tiempo en el cual, si llegara una vacuna al virus en este año y el 2021 con una masiva campaña de vacunación, para muchas empresas sería una anécdota y regresarían a las oficinas. De no ser así, y tenemos rebrotes y más oleadas de contagio, habría cambios irreversibles en la manera de laborar porque empalmarían con otros factores que podrían desencadenar la inutilidad de tener grandes edificios de oficinas (rascacielos) cuya historia apenas tiene 100 años de existencia.
- Crisis económica: la pandemia ha parado en seco al sector industrial y de servicios, dando lugar a una recesión económica sin precedentes, con pronósticos nada alentadores de que será la peor crisis desde el “Crack del 29”, muchas empresas quebrarán y la recuperación de las que queden vivas no será sencilla, por más esfuerzo que se haga.
- Crisis laboral: debido a la inminente recesión, las empresas optarán por implementar despidos, o brincar a tecnologías de automatización y digitalización que estarán alineadas con el distanciamiento social, como el comercio electrónico, suplantar a los empleados de atención de clientes por inteligencia artificial o agilizar la automatización industrial donde no existía.
- Crisis inmobiliaria: Solo han bastado dos meses de cuarentena para poner en aprietos a las empresas que rentan locales en centros comerciales. Aumentar el tiempo de distanciamiento social, más la recesión económica, y la presión del comercio electrónico será inevitable que las primeras víctimas del sector inmobiliario será el impago y cierre de locales en centros comerciales, efecto que contagiará a las empresas que entren en bancarrota, que no serán pocas, y por obvio, dejarán de fluir el dinero a las inmobiliarias que le rentan o venden espacios de oficinas.
El auge del comercio electrónico como medida de reemplazo para la venta de productos físicos creará en el entorno económico cuestionamientos de qué tan útiles y necesarias son las oficinas para laborar, empujadas por la “nueva normalidad” de distancia social, y el sinsentido que representaría para las empresas pagar dinero que no se tiene por espacios que no se ocupan, cuando los empleados trabajan en casa.
Este cambio de paradigma podría dejar obsoleto a los edificios de oficinas, cuya tipología más emblemática son los rascacielos, edificios bastante caros de construir cuya rentabilidad se requieren de años de ocupación y de empresas en crecimiento dispuestas a pagar la renta del espacio para concentrar cientos de personas en un solo lugar.
Escrito por Adrián Méndez Díaz